19 de agosto de 2010

LOS LÍMITES DEL CRECIMIENTO

La vieja casa de la esquina pagando su tributo al progreso.
Nuestra sociedad se basa en la economía, "la ciencia imperial" y ella a la vez se basa en el crecimiento a largo plazo de todos los indicadores positivos: masa monetaria, producción, nivel de consumo, ahorro,etc. La economía de una nación puede soportar períodos de decrecimiento, pero a la larga los planificadores conocen que se debe plantear formas para que siga en crecimiento.
La realidad última es que la base del crecimiento económico son la explotación de los recursos naturales, sean estos la tierra, el petróleo, los metales, la pesca o la madera y estos existen en un medio físico limitado, nuestro planeta. Por eso es que el crecimiento económico en ultima instancia siempre se chocará con esta realidad: Nuestra demanda es infinita, pero nuestro mundo es limitado.
Por eso se han planteado límites al crecimiento. Mientras la humanidad no encuentre un medio físico apropiado fuera de nuestro planeta para seguir con su crecimiento (hay quien piensa que este último razonamiento es un aplazamiento del mismo problema), no podemos basar nuestro desarrollo en el crecimiento de nuestras ciudades, de nuestra población, de la frontera agrícola, del PIB de nuestra nación.
Calceta está viviendo un período de expansión: casas y terrenos cambian de propietario de la noche a la mañana, la ciudad se expande en la clásica mancha de aceite hacia su periferia, donde los predios agrícolas son fraccionados. El municipio es un actor pasivo y no prevee los futuros problemas si no trata ahora de moldear este crecimiento.Si voy a una sesión y les planteo a la corporación municipal que hay que limitar el crecimiento de la ciudad me tildan de loco...
Nuestra sociedad vive una vorágine de la espiral loca donde la competencia nos empuja un poco más al abismo. Bajemos un ratito de este vagón trepidante y reflexionemos.

3 de agosto de 2010

EL SOL ENCAPSULADO

Para la cosmovisión incásica, cada grano de maíz, la base de su alimentación, eran lágrimas del dios sol, señal que, consciente o inconscientemente, los conquistadores que precedieron a los españoles en la llegada a estas tierras ecuatoriales sabían que, al fin y al cabo, nuestros alimentos son cosechas de sol, pedacitos de aquella energía que nos llega de aquel horno, que es al mismo tiempo leña y fogón. Como dirían ahora los ecólogos, las plantas captan energía en forma difusa y la concentran en recipientes fáciles de digerir y metabolizar.
Me acordaba de estos principios naturales cuando escuchaba a la contadora de nuestra Asociación contarnos su preocupación por la baja drástica en la compra de cacao. Si en los buenos tiempos los patios de la Corporación son como una pequeña feria pueblerina, ella estaba horrorizada ante la mínima compra registrada en un día cualquiera en estos últimos meses: 5 libras. Bueno, le acoté, cuando compramos cacao, en ultima instancia estamos comprando pedacitos de sol y la falta de producción en los últimos tiempos no es consecuencia más que los repetitivos días calmados, nublados en los cuales el astro rey no logra penetrar la espesa capa de nubes. La flor de cacao se cae, la monillia y la escoba de bruja se pasean sin restricción por las fincas umbrías.
Hay otros cultivos que medran sin problemas en este ambiente, pero la pepa de oro, igual que el maíz de los incas y aztecas necesita de esas lágrimas del sol para llenar su vientre del preciado manjar de los dioses.
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