8 de octubre de 2010

Un camino hacia el progreso

Palma Real (Attalea colenda) en San Ignacio, al fondo, cerro Mil Pesos
Hace diez días que una gabarra, que estaba ya sin uso donde fue construido un puente que une Calceta y Pichincha, llegó a servir a las comunidades cercanas a San Ignacio, aisladas para el transito motorizado terrestre desde que se construyó el Embalse La Esperanza. Hace 5 días entró el tractor que reabrió un camino ya olvidado hacia la casa y pasando de ella. La noche anterior a la llegada de la máquina, tuve un sueño extraño: Estaba en San Ignacio, y unas máquinas estremecedoras mordían, aruñaban, destrozaban el suelo y se lo comían, literalmente. Las lomas y colinas desaparecían a su paso, los animales huían. La desesperanza llenó mi espíritu. Al diluirse la neblinosa carga de lo soñado, reflexioné y me dije: El sueño es el cargo de conciencia procesado. Una vía reabierta no deja de dañar pequeños arbustos, rompe el suelo, en sí, no deja de causar afectación al medio. Así pensaba mientras viajaba en la gabarra, rumbo a la finca.. Atrás mío, la máquina soñada estaba, lista a devorar tierra.
Viajando por primera vez en la gabarra rumbo a San Ignacio

Empezó la labor. La guianza del maquinista por la ruta a seguir estuvo a mi cargo, la mayor parte del camino existía, en algún momento anterior una máquina había dejado sus huellas en el terreno que el tiempo se obstinaba en no borrar. El suelo reseco por el largo verano chirriaba, se quejaba, al paso del armatoste, levantando una nube de polvo del cual me alejaba rápidamente.El segundo día terminamos el trabajo en San Ignacio y quedamos listos para pasar a donde Cándido Zambrano. Al tercer día, mientras calentaban el motor de la máquina, encontraron un desperfecto. No había nada que hacer: chofer y oficial se alistaron para regresar a la ciudad, yo los acompañaría porque hacía falta comprar provisiones. En el camino nos acompañaba Cándido, quien había llegado para dirigir la ruta del tractor por su terreno. Es un propietario en sus 70 años, tostado por el sol  y por sus genes y con el infaltable cigarrillo en la boca, representa para mí la ganadería manejada a la usanza antigua: En las 60 cuadras que tiene, junto a los potreros que manejo, no habrá más de diez árboles. Caminando junto al cafetal del Alejandro, donde un viejo bosque de guachapelíes da sombra a los cafetos, me dijo: "véndame unos de esos palos". Así son las cosas, pensé: "Viejo, que te hubiera costado mantener, aunque no sembrar, los guachapelíes que eventualmente nacían en tus predios, que te costaba tirar sus semillas al granel cuando empezaban las lluvias, ahora te toca comprar árboles para tus necesidades de infraestructura. Bueno, que te salga muy caro por lo bruto, pero yo no vendo esos árboles".
Sistema agroforestal en San Ignacio: Café (Coffea arabica), guachapelí (Pseudosamanea guachapele) y samán  (Samanea saman)

Al llegar a Calceta y después de un refrescante baño que diluyó la costra de polvo que me cubría, reflexioné: La falta de acceso a los vehículos carrozables a Caña y a Relámpago ha conservado parte de sus bosques. Así como Cándido le parece accesible la madera del cafetal, porque la puede sacar en su carro, ahora que hay vía llegarán los comerciantes y empezará el desangre. Bueno, la  gestión que puedo hacer con la madera en San Ignacio no basta, debo dar una charla a los comuneros de la zona. Esa es la idea y tengo que concretarla.

2 comentarios:

  1. Tengo la buena suerte de poder leer tus lìneas q me transportan a esa tierra donde se tejen sueños y esperanzas..Donde un pasado me habla de aquellas especies q se extinguieròn, de los pàjaros q no veràn mis nietos del agua pura del manantial.hazme parte de tus proyectos y asi saborear la naturaleza.

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