4 de diciembre de 2011

El balsero revive.

Hubo una vez una época en la que los balseros del río Carrizal dominaron el transporte de carga viva y muerta, aguas abajo, a lo largo de todo su recorrido. De la profunda montaña, donde los matapalos y guarumos abrazaban sus barrancos fértiles y los frescos esteros engrosaban su caudal, bajaban a galope de las corrientes, las balsas de caña guadúa o balsa. Las corrientes aparecían de improviso y la palanca, en el momento adecuado, ponía su sello en la orilla, haciendo que la embarcación no se apartara de su rumbo y su destino. 
Hubo una época en que los balsas, en tres días de viaje, avanzaban hasta Bahía de Caráquez, donde los balseros, ya cansados por las largas jornadas, tenían que esperar la bajamar para acercarse al puerto. Cuando el ferrocarril que, el visionario Eloy Alfaro pensó llevar hasta Quito, avanzó hasta  Chone, la carga fluvial llegaba a Calceta, donde se acopiaba y se embarcaba en el tren. El comercio florecía en ambas orillas del Malecón. El río era la vena nutricia del pueblo en crecimiento.
Cuando tuve suficiente edad para recordar, las balsas ya no llegaban a Calceta, que había crecido, de espaldas al río. El Malecón se había convertido en un remanso de paz para los calcetences de más de 60 años. El carretero permanente a La Esperanza le quitaba importancia al río aguas abajo  y las canoas a motor trasladaban parte importante de la carga hasta su puerto de invierno. Aún sobrevivían los balseros que se resistían a retirarse, gracias al comercio de balsa y caña guadúa. Cuando las aguas amainaban, se abrían los caminos veraneros hasta la profunda montaña, cada vez menos bravía, cada vez mas mansa.
El golpe final al transporte fluvial sobre el río Carrizal lo dio la Represa La Esperanza la cual se venía aplazando su construcción desde hacía  30 años. Cuando se terminó en 1995, solo quedaron las canoas motorizadas, que se pueden movilizar en aguas mansas. Los últimos balseros se retiraron, a vivir de sus recuerdos.  
El tiempo pasa, el humilde balsero inspira una escultura que no hace mérito a su fuerza y entrega y que está alejada de su río bien amado. A alguien se le ocurre plantear al cabildo local  la celebración anual de un  Festival de los Balseros, donde las instituciones participen con balsas donde se recuerde y se honre la memoria de los hombres, que un día, hicieron posible con su trabajo y entrega, la construcción de este pueblo.
El balsero revive...por un día, y en la memoria de los que nacimos o crecimos a la orilla del cristalino Carrizal.


Tres instantáneas de diferentes balsas participantes en el Festival de los Balseros del 8 de octubre de 2011

Balsa en Festival de los Balseros del 2007
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