Reportaje, original en inglés de Susana Cárdenas.
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Lo conocí hace tres años cuando buscaba cacao "heritage" (Cultivos de cacao especiales, con una historia atrás, que se pueda trazar) en el Manabí profundo. Él es de esas personas que sino hubiese nacido agricultor hubiese sido político, y de los auténticos. Así llegué a la represa la Esperanza a descubrir su cacao y su historia.
Nos esperó en el puerto con su canoa a motor "fuera de borda" que nos transportó por 20 minutos hasta su finca a la orilla de la represa. Ese embalse de aguas cristalinas provee de agua a gran parte de la provincia de Manabí y fue ideado a mediados de los años 1960, en la época de la peor sequía de Manabí, e inaugurado 30 años más tarde.
La finca San Ignacio lleva el nombre de su bisabuelo, Ignacio Montesdeoca, de origen riobambeño, profesor, prohombre de la naciente población de Calceta, quien compró 800 hectáreas de montaña virgen. Su familia se dedicó al cultivo de caña de azúcar, cacao, ganado, pues esa tierra es extremadamente fértil y siempre es generosa. Luego su abuelo Salvador Montesdeoca Salas tomó la posta, después su padre Geroncio Montesdeoca Cedeño y él es la cuarta generación que combina cacao con ganadería.
Una de las plantaciones de cacao antiguas quedó inundada con el embalse, en 1995. Pero diez hectáreas de cacao Arriba Nacional de cincuenta y cien años yacen aún en una bella meseta a 140 metros sobre nivel del mar. “Crecí con cacao. En mi familia todos ayudábamos a cosecharlo, mi mamá, mis hermanos, mi hermana menor,” expresa.
Hace unos dieciséis años se vinculó con la Asociación de cacao insignia de la zona, en Quiroga, Manabí, región cacaotera que ha ganado por tres ocasiones el premio Excellence Cocoa Awards en el Salón de Chocolate de París.
En la Cooperativa aprendió los procesos de fermentación y post - cosecha y conoció a chocolateros de California e Italia, por mencionar algunos, que alababan su cacao y los motivaban a seguir cosechando el mejor cacao, para ellos hacer el mejor chocolate.
“¿Por qué no podemos hacer nosotros el mejor chocolate? ¿Qué nos impide hacerlo?” – pensaba Rolando para sí mismo.
Eso le sirvió a cambiar su molde mental de que sólo podían ser era buenos productores de cacao para transformarse a artesanos de chocolate. Después la USAID (Agencia Estadounidense de Desarrollo Internacional) implementó un laboratorio de perfil de sabores de cacao y aprendió hacer chocolate con una refinadora, un melangeur, tostadora, la temperizadora. Con algo de práctica y lo que pudo captar a través de internet y de preguntar por chats a conocedores, dejó la cooperativa e inició su propio taller de chocolate en su finca.
Allí nos recibió y compartió una exquisito barra de chocolate con el más puro cacao Arriba Nacional de su plantación. “La experiencia con el chocolate es bella, parecida al mundo del vino y los quesos. Quisiera que dejara ser un simple hobbie porque para mí es más enriquecedor que la ganadería,” afirma.
En esa montaña desde donde admiramos el embalse, los diversos tonos del agua, los árboles, las aves vuelan y corre un viento fresco, le pregunto. ¿Qué es para usted la riqueza?
“La biodiversidad es riqueza, tener sembrado 50 variedades de frutales es riqueza, el campo es riqueza.”
A pesar de la pandemia sigue cosechando cacao, al igual que sus vecinos y afirma que el precio es 30% menor al que le pagaban la semana pasada. Pero allí se siente protegido con su familia: Su esposa y su dulce niña de dieciocho meses. Le preocupa la gente que dejó el campo por la ciudad y que ahora ansían retornar porque allí se sentirían más seguros. Quizás con ellos pueda cumplir su deseo que más gente de su zona no sólo cultiven cacao fino, sino que fabriquen chocolate fino. Su meta se alinea con nuestro sueño: que Manabí, Ecuador se convierta en Burdeos del cacao y chocolate de América Latina>>.