Pudo haber sido cualquier otro. El hecho que lo acoja aquí para graficar una problemática social actual no es un ataque personal contra él y contra nadie. Uso sus iniciales para indicarle a mis lectores que estos casos son reales y ocurren con demasiada frecuencia como para pasarlo por alto dentro de un diagnóstico de las posibles causas de la pobreza rural.
F. V. creció en una familia ampliada, con abuelos y tíos, en una comunidad rural de un cantón mediano de la provincia de Manabí, Ecuador. Fue a la escuela cercana, un galpón donde el Estado brinda un remedo de educación. F.V. me dijo, maravillado, hace unos 5 años que había escuchado que nuestro país tiene dinero, que tiene petróleo. Me quedé mudo. Pensé en esa ocasión : " Si este joven que viene de una familia rural de mediana posición económica aún no sabe a sus 25 años que nació en un país cuyo mayor ingreso es el petróleo, estamos jodidos".
F.V se unió a su primer mujer antes de la mayoría de edad. Mal que bien, le hizo un casucha junto a la heredad de su padre. En cinco cortos años, le hizo tres hijos. Antes de eso, se había vuelto a comprometer con otra muchacha de la comunidad, con quien tiene tres hijos más. F.V. no tiene trabajo fijo, así que las dos familias comparten los escasos ingresos de F. V. y sobreviven gracias al llamado "bono de desarrollo": 35 dólares mensuales. Los niños acuden a la misma escuela pública donde el Estado sigue dando la pésima educación que a su tiempo recibió F. V.
Toda la comunidad donde vive F. V. tiene problemas de acceso a agua segura, disposición de excretas, proles numerosas y padres de familia con dependencia del alcohol. Unos pocos, poquísimos comuneros están saliendo de este círculo de pobreza, pero, paradójicamente, no gracias a los esfuerzos que hace el Estado, sino debido a lo único que ha demostrado ser el motor del desarrollo humano: Las ganas de progresar.
El otro personaje de esta crónica es A. B, quien tuvo una familia numerosa. Se comprometió con su mujer a temprana edad. Agricultor sin tierra, el único bien de A. B. aparte de sus brazos y pulmones, son su casa de caña y el solar adyacente. Nunca cerró la fábrica de hijos ("es que no había televisión en ese tiempo" es una broma trillada por estos lares). Ante la imposibilidad de alimentar a todos su hijos (que no venían con su pan bajo el brazo), "regaló" a dos niñas a temprana edad. Los varones y las demás niñas recibieron la misma educación de F. V. Los varones, terminados la primaria, empezaron a trabajar en los fundos cercanos. Todos son, como se dice en el argot educativo, analfabetos funcionales, limitados a ganarse la vida con trabajos mal remunerados, tanto si deciden quedarse en el campo o si emigran hipnotizados por las luces de la gran ciudad. Ahora en la actualidad, tres de las cuatro hijas restantes de A. B. están en edad reproductiva. Pobres, sin recursos, aisladas, son presa fácil. Dos son madres solteras, una, tiene dos hijos de F.V. La tercera, de quince años, está embarazada. Según todas las evidencias, el engendrador también es F. V.
Impelido por el machismo imperante en la zona, el papá de F. V. se enorgullece de las hazañas de su hijo. Ver ayer esa actitud y conocer los antecedentes aquí descritos, me indignó y me mueve a escribir esta crónica. Ambos padre e hijo, así como la mayoría de la comunidad, no se dan cuenta que al reforzar estas actitudes, el círculo de pobreza se expande coadyuvado por otras circunstancias de las cuales ellos apenas son espectadores impávidos.
¿Cómo curar la enfermedad social de la paternidad irresponsable en nuestros campos? ¿Será ésta una causa de la pobreza endémica o un efecto de la misma? ¿Mejorar la educación servirá para cambiar este fenómeno o estará profundamente enraizado en el tejido social campesino?
Las preguntas están en el aire, encontrar las respuestas y posibles soluciones necesitará otros esfuerzos.
Pobreza rural en algún país de Sudamérica |
Hermano mio es lo que de algùn modo trato de hacer en pequeña escala pero de hablar no quedarme callada crear en la mente esperanzas, sueños, anhelos y luchar por ellos. Gracias hermano no podemos meternos en una burbuja y alejarnos de las necesidades del hermano. Te quiero mucho.
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