5 de junio de 2010

EL TOCÓN DE MORAL FINO

Un tocón de moral fino
quedó del árbol frondoso
y labraron varias trozas
del árbol con mucho tino.
Y al lado de aquel tocón
un brote muy tierno estaba 
y el hachero lo cuidaba 
con esmerada atención.
Mi padre contaba con cinco años  y el horizonte le quedaba corto para los juegos infantiles con sus hermanitos y los demás muchachos de la comarca. Pasó raudo en dirección al estero mientras el aserrador y su ayudante sudaban con el rítmico vaivén de la sierra. Al lado del árbol caído, unas hojas verdes se alzaban trémulas del suelo..
Ese brote tan pequeño 
que yo lo vi siendo niño
al cabo de medio siglo
hoy su vida terminó.
Pero no lo mató nadie
 a ese gigante dormido
aún su tallo sigue erguido,
más su vida, se acabó.
Era 1985 y dos veces a la semana, los lunes hacia la finca, y los jueves hacia el pueblo, mi padre ya en sus 55  pasaba por el mismo camino que medio siglo antes, hoyaron sus pies, ya no con la rapidez del viento leve pero aún con la entereza de alguien que tiene un buen camino por recorrer.En el  tiempo transcurrido desde que lo vió pequeño, el brotecito se había transformado en un majestuoso árbol. Pero algo había pasado.El árbol se había secado.
 Cuando paso y lo miro
muy esbelto y ya sin hojas
los pesares  las concojas
afloran luego a mi ser.
Una pregunta inquietante,
 surge enseguida en mi mente
¿Por qué será que la muerte 
es nuestro sino fatal?
Mi padre había visto morir a su trabajador preferido 3 años antes, y nueve meses antes de eso había pasado por la pena que ningún padre ansía tener: abrazar a su hijo muerto, en una playa del río que se lo quitó.Se sentía aún con bríos, pero el repentino cansancio de las largas caminatas, el recuerdo del hijo ausente y observar como aquel vegetal sucumbía ante el paso del tiempo le llegaron de golpe. Se sintió viejo,cansado. .
En la faz del universo
todo envejece, no hay duda
la mudanza es que perdura
sin acabarse jamás.
Porque todo nace y muere 
en un circulo vicioso
sólo el hombre va, dichoso
con su espíritu, al más allá. 
 A la final, mi padre reflexiona, la brisa por más que el sol sofoque, termina por refrescar su alma. Pasarán los años, pero la Promesa que dura ya dos mil años le endulza su  espíritu... Un día...

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